sábado, mayo 27, 2006

PREDILECCIÓN


Clamaré, como él, al Intento en mi día a día para andar un camino con corazón, en el seno de aquél ser que ha decidido acunarme y brindarme su amor incondicional.



“Paradójicamente, el guerrero es también un ser que se sabe solo, porque sabe que su lucha es una responsabilidad estrictamente suya, y su vida un viaje personal. Pero la soledad del guerrero es de una naturaleza muy distinta a la soledad del hombre común. No es un dolor ni una carencia. Es una secreta alegría que le permite amar intensamente todo aquello que toca, mira o siente, porque sabe de la fugacidad de la vida y porque aprendió a amar a partir del amor inagotable y desinteresado de la tierra. Con su devoción por la tierra como sentimiento fundamental, establece una relación íntima y cálida con la naturaleza y con la gente.
Así es como el guerrero expresa en su persona ese peculiar equilibrio entre los dos polos de una contradicción casi incomprensible: es un ser solitario que nunca está solo. Inmerso en esa contradicción aparentemente irresoluble, es consciente de que está esencialmente solo, pero sabe que la soledad no es más que una apariencia humana, que concierne sólo al tonal. Sabe –porque ha penetrado en ella- que hay una realidad más allá de lo aparente, en la que el ser humano es un pedazo de luz diferenciado apenas, y solamente por un breve instante, de la fuente mayor que constituye su origen y destino: la tierra.
La predilección del guerrero es la manifestación sencilla y clara de la conciencia de un ser humano que sabe que la tierra es la proveedora fundamental de todo cuanto es y hace; la que le da hogar, la que lo alimenta, la que le regala la belleza a cada paso, la que está llena de misterios y en cada uno de ellos nos propone un desafío. La predilección del guerrero es el sentimiento de aquél que goza secretamente el calor de la tierra que lo envuelve. Y por eso nunca está solo; la tierra lo acompaña y lo sostiene en cada momento de su vida. Es el enorme ser a cuyo amor inagotable acude para curar sus aflicciones, sus tristezas y limpiarse sus mezquindades. La conciencia de la tierra –profunda e inconmensurable- regala poder y secretos al guerrero, cuando éste es capaz de hacer a un lado los olvidos y la importancia personal, para abrir su espíritu con humildad a su dulce presencia. Por eso –como dice Don Juan- “para un guerrero no puede haber amor más grande…” (Relatos de Poder-381)”.


VICTOR SANCHEZ
LAS ENSEÑANZAS DE DON CARLOS

lunes, mayo 15, 2006

GORRIONES

II

1. El niño Jesús, de cinco años de edad, jugaba en el vado de un arroyo, y traía las aguas corrientes a posar, y las tornaba puras en seguida, y con una simple palabra las mandaba.
2. Y, amasando barro, formó doce gorriones, e hizo esto un día de sábado. Y había allí otros muchos niños, que jugaban con él.
3. Y un judío, que había notado lo que hacía Jesús, fue acto seguido, a comunicárselo a su padre José, diciéndole: He aquí que tu hijo está cerca del arroyo, y, habiendo cogido barro, ha compuesto con él doce gorriones, y ha profanado el sábado.
4. Y José se dirigió al lugar que estaba Jesús, lo vio, y le gritó: ¿Por qué haces, en día de sábado, lo que no está permitido hacer? Pero Jesús, dando una palmada, y dirigiéndose a los gorriones, exclamó: Volad. Y los pájaros abrieron sus alas, y volaron, piando con estruendo.
5. Y los judíos quedaron atónitos ante este espectáculo, y fueron a contar a sus jefes lo que habían visto hacer a Jesús.
-El Evangelio de Santo Tomás.

miércoles, mayo 03, 2006

MATEGO



Cuando era niño, que pocas eran las cosas que me preocupaban, que poco deseaba y que poca importancia tenían los asuntos que hoy me inquietan. Tenía tanto tiempo para conversar con mi “amigo imaginario”, para llorar de felicidad con el más sencillo detalle, para cantar hasta perder el aliento, para bailar bajo la lluvia de primavera, para pintar con mis crayones mi mejor obra sobre la pared, para correr por el jardín detrás de mi perro, para andar en bicicleta por las calles de mi barrio, para abrazar tan fuerte los eucaliptos del parque, para hacer travesuras con los amigos, para ensuciar mi rostro de pastel, para enamorarme de aquella niña flaca con cabello crespo y dientes disparejos, para jugar con mis hermanos hasta romper el alba, para hacer castillos de arena con mi padre y montarme en sus hombros para ver el mundo desde lo alto, para decirle a mi madre te amo y besarla cada noche antes de dormir, para buscar a Dios… ¡Ah, que importante era vivir!