miércoles, julio 19, 2006

PERDÓN


“Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”
- San Lucas 23/34.


Cuántas veces me he encontrado preguntándome: ¿Por qué hice esto? ¿En qué estaba pensando cuando lo dije? Son tantas que ahora me resulta imposible contarlas. Si bien no estoy orgulloso de todas las decisiones que he tomado a lo largo de mi vida, tampoco creo que sea justo llevarlas al hombro como una gran carga. ¿Por qué? Porque cuando actúe o deje de actuar de acuerdo a lo que pensaba que era lo mejor para mí, en realidad no estaba consciente de la importancia de mis actos. No estaba dispuesto a asumir las consecuencias que éstos tuvieran frente a determinada situación. Era un irresponsable pero también un inconsciente. Simplemente luchaba mis batallas, incluso las de otros y pasando de una a otra sin saber el por qué de esta ciega pasión. Veía mi mundo en los mismos términos que un inversionista y por ello clasificaba los actos en dos tipos: aquellos actos que me rindieran un interés cuantificable y los que no. En éstos últimos actuaba de forma inconsciente casi todo el tiempo a diferencia de los primeros. Es extraño, pero me siento agradecido por todas aquellas veces que actúe inconscientemente, por todos los “errores” que he cometido hasta hoy pues creo que sin ellos habría dejado de aprender muchas más cosas. Irónicamente, este proceso de tropiezo tras tropiezo creo que me ha llevado a despertar un poco más a mi conciencia de ser. Tal vez si estuviese completamente consciente de las consecuencias de cada uno de mis actos antes de ejecutarlos, sin importar que pequeñas o grandes fueran éstas, creo que la vida perdería todo sentido, pues evitaría vivir aquellas situaciones que no produjeran el resultado que deseo. Terminaría por experimentar sólo una parte del espectro de mi alma. Nunca me atrevería a mirar el lado oscuro de la luna. Por ello creo que la inconsciencia se me ha brindado, durante el inicio de la vida, como una herramienta divina para lograr experimentar todos los matices que tiene el ser, iluminados y oscuros, si es que tal cosa existe. Sin ella, es muy probable que me saboteara a cada paso de mi camino para no enfrentar aquellos retos que me prometí superar antes de nacer y que a mi espíritu harían crecer. Eludiría vivir aquellas situaciones que pacté con otras almas en un contrato divino. Así que ya todo he de perdonarme y de perdonar. Ahora intentaré estar más consciente de mis pasos, para honrar a la tierra que me sostiene y hacer de este andar, como bien decía una amiga, un acto sagrado.